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ZABIL JSEM EINSTEINA, PANOVE (1970)

Ficha técnica

Título inglés: I Killed Einstein, Gentlemen
Nacionalidad: Checoslovaquia
Productora: Ceskoslovenský Státní Film / Filmové studio Barrandov
Director: Oldrich Lipský
Guion: Oldrich Lipský, Josef Nesvadba y Milos Macourek
Dirección de fotografía: Ivan Slapeta
Música: Vlastimil Hála
Intérpretes: Jirí Sovák (Profesor David Moore), Jana Brejchová (Gwen Williamsová), Lubomír Lipský (Profesor Frank Pech), Iva Janzurová (Betsy), Petr Cepek (Albert Einstein)
Duración: 95 m.

Como ya hemos mencionado en alguna otra ocasión, la comedia es el género cinematográfico predilecto de aquellos que desean criticar algo, pues sus denuncias quedan amortiguadas por las risas y hace aparecer trivial lo que es serio. La caricatura y la burla son aspectos que ya utilizaran los bufones en las cortes palaciegas desde la Edad Media, permitiéndose incluso mofarse de la corona sin temer represalias por ello. La democratización de medios de expresión más evolucionados ha conseguido crear una serie de técnicas más sofisticadas, recurriendo en el caso del cine a una puesta en escena de elementos que pueden tener varias lecturas, burlando así a la tan temida censura. Es lo que pasó en la mayoría de los países de la Europa comunista, donde multitud de autores recogieron esa tradición bufonesca para generar discursos cargados de crítica contra el pensamiento imperante (o, más bien, impuesto desde el poder central).

Concretamente, esta I Killed Einstein, Gentlemen transmite desde su punto de partida transmite, netamente delirante, un trasfondo perverso: para contrarrestar los nocivos efectos de las armas nucleares (las mujeres se han masculinizado, habiéndoles crecido barba, y se han vuelto estériles) se decide acabar de raíz con el problema, resolviendo que la única solución posible es asesinar al padre de la Teoría de la Relatividad. Desde luego, no es la primera vez que se hace comedia con el problema de la proliferación nuclear: citar a Stanley Kubrick y su ¿Teléfono rojo?, volamos hacia Moscú (Dr. Strangelove or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb, 1964) es mencionar una de las obras cumbres del género, por su mordacidad y la sinrazón que transmite. Ambos autores (Kubrick y Lipský) cargan contra sus respectivos gobiernos, sus políticas y sus ideologías. En concreto, el checoslovaco materializa un pensamiento impuesto desde el dogmatismo socialista-soviético, pues numerosos gobiernos comunistas habían prohibido la enseñanza de la Relatividad y la física cuántica por ir en contra de los principios marxistas. Así que, lo que en un principio resulta ridículo (matar a Einstein para erradicar el problema), era en realidad una idea impuesta desde y por el propio sistema.

Por otra parte, existe otro factor que merece la pena mencionarse, pues el auge del feminismo durante la década anterior había promovido un empoderamiento de las mujeres, que aquí se representa a partir de su negativa a afeitarse las barbas como medio de protesta contra el autoritarismo masculino. No hay que olvidar que, por aquellos años, las mujeres decidieron dejar de depilarse para denunciar las imposiciones estéticas de una sociedad netamente machista. Encontramos, pues, que existe otro vínculo con la realidad en esta paráfrasis de aquella actualidad: restaurar un determinado contrato social entre hombres y mujeres que ha sido modificado a través de los perniciosos efectos del progreso y la modernidad, volviendo a un estado anterior donde las mujeres permaneciesen en un plano secundario, pasivo y sumiso ante el heteropatriarcado (curiosamente, el culpable de tan dramática situación). Como vemos, una comedia que no es frívola ni banal, y que esconde espléndidas y siniestras propuestas a partes iguales.

Por lo demás, su configuración artística y argumental adolece de muchos y graves defectos: algunos episodios se resuelven precipitadamente, mientras que otras escenas resultan desagradable y artificialmente largas (la más evidente, la del striptease grupal, gancho erótico propio de la época); las teorías sobre los viajes temporales no se sustentan sobre base científica alguna, y sus nocivos efectos mariposa (al morir el padre-niño de uno de los viajeros del tiempo, este desaparece) no tienen demasiada lógica; algunas situaciones y las reacciones de los personajes ante ellas resultan tan extravagantes como excéntricas; etc. Puede que de todo ello se salve la resolución del conflicto global: no es necesario cometer un crimen, sino que el amor es la solución al problema. Así, de la misma manera que la película se abre con la impactante imagen de dos hombres besándose (al instante descubrimos su falsedad, ya que uno de ellos es en realidad una mujer), el final podría haber invitado al optimismo, al encontrar a un anciano Einstein como figura mundial del violín, habiendo abandonado la física teórica por amor. Pero el director se guarda un as en la manga: nuevos problemas surgen, necesitando de otras drásticas soluciones. Nuevas armas aparecen para solucionar los entuertos derivados de cambiar el pasado, abriéndose paso el fatalismo en torno al concepto del ser humano. Aunque siempre queden las risas para amortiguar el sonido de las bombas.

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