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KDO CHCE ZABIT JESSII? (1966)

Ficha técnica

Título inglés: Who Wants to Kill Jessie?
Nacionalidad: Checoslovaquia
Productora: Ceskoslovenský Státní Film / Filmové studio Barrandov
Director: Václav Vorlícek
Guion: Václav Vorlícek y Milos Macourek
Dirección de fotografía: Jan Nemecek
Música: Svatopluk Havelka
Intérpretes: Dana Medrická (doctora Ruzenka Beránková), Jirí Sovák (doctor Jindrich Beránek), Olga Schoberová (Jessie), Juraj Visny (Superman), Karel Effa (pistolero), Vladimír Mensík (Kolbaba)
Duración: 80 m.

Entre las numerosas dificultades que encuentra el crítico al realizar su labor, una de las peores, aquella que más pesadillas protagoniza sus terrores nocturnos, es la de ser original a tiempo completo. Decir algo diferente a lo que otros ya hayan dicho, o transmitir una idea que nadie más haya pensado, es una de las obsesiones más recurrentes, pues un texto puede acabar en el cubo del olvido y del desprecio si no aporta nada nuevo a la gran cantidad de escritos que replican una y otra vez lo mismo, formando un marasmo de palabras que tienden a confundirse por su extremo parecido.

Por eso, hay ocasiones en las que es mejor rendirse ante los grandes textos que hayan sabido transmitir como ningún otro la esencia de lo analizado, sirviendo como altavoz para rendir homenaje a sus autores. En el caso concreto de esta Who Wants to Kill Jessie? de la que nos estamos ocupando, existen dos textos en internet que merece la pena destacar, pues han sabido captar a la perfección lo que la película nos quería transmitir. En primer lugar, el análisis realizado por Cecil B. para muchocine.net, donde se rasca la superficie pop y alocada que domina la cinta para encontrar aquellas pulsiones políticas que laten en su interior. Por otra parte, el francés Alexandre Fontaine Rousseau aporta en panorama-cinema.com un texto impresionante, transmitiendo la idea de que el enfrentamiento entre realidad y fantasía genera una credibilidad imperativa para apreciar el clima de opresión en la Checoslovaquia de aquella época.

La suma de ambas perspectivas permiten asimismo que el lector pueda generar nuevas propuestas, pues la característica principal de toda buena crítica es la de permanecer abierta, admitiendo que la experiencia personal de cada individuo complete el puzle interpretativo que propone cada obra. Sobre todo en un filme como este, en el que cada personaje y sus respectivas situaciones argumentales son leídas como alegorías, símbolos o paráfrasis de la realidad. Así, y como punto de partida, podemos advertir que la película propone el enfrentamiento de dos modelos antagónicos: el ser que recurre a la imaginación para solucionar sus problemas y aquel que trata por todos los medios de censurar su conducta, aplicando la represión en todas aquellas facetas donde se pueda manifestar la fantasía. Esto, que en principio podría pensarse que hace referencia a la pareja protagonista, la doctora Ruzenka y su marido, el ingeniero Jindric, se hace extensible a toda la sociedad, pues, según avanza el argumento, distintas instituciones se irán adhiriendo a la política correctiva que profesional y personalmente la esposa representa.

Llega un momento en el que la psicosis de la doctora por reprimir las ínfulas de libertad de su marido contamina todos los estratos de su entorno, carcomiendo como si de un cáncer se tratara todo aquello que le rodea. Ante su innovadora técnica para modificar los sueños, permitiendo convertir traumáticas pesadillas en plácidas imágenes, todos sus compañeros científicos aplauden con casi total unanimidad. Y si alguno advierte de lo peligroso y poco ético de su terapia, su soledad acabará por acallar su crítica. Tiempo después, tras haberse materializado los personajes protagonistas de los sueños de su esposo, logrará concitar la connivencia de las fuerzas de seguridad y del estamento judicial, pues no se conforma con etiquetar a los sueños como una enfermedad, sino que tratará a esos personajes de ficción como delincuentes, negándoles su estatus real.

Todo ello transmite la idea de una sociedad, la checoslovaca de mediados de la década de los sesenta, imbuida en el delirio, la psicosis y la delación, donde todos los niveles sociales (incluyendo la universidad) acaban colaborando en la represión de la imaginación, ya sea activamente o con un silencio cómplice. La técnica por la cual la doctora Ruzenka se introduce en los sueños ajenos se parece mucho a las denunciada por George Orwell en su novela 1984, convirtiendo a la comunidad científica en un Gran Hermano al servicio del poder, interesado en adormecer a la sociedad. Las pesadillas, manifestaciones oníricas que transmiten la afectación de los terrores más profundos del individuo, se transforman artificialmente en paraísos ficticios, desalojado el trauma como necesaria medida correctiva y disponiendo en su lugar una fuerte dosis de opiáceo para crear seres somnolientos y falsamente felices, sin anhelos a los que fijar un objetivo vital.

Se trata, al fin y al cabo, de evitar un concepto que actualmente está muy de moda por su capacidad para transformar una realidad adversa y dolorosa: la resiliencia. El potencial para afrontar las adversidades está, en mayor o menor medida, en todos los seres humanos. Pero esta facultad no es vista con buenos ojos en determinados sistemas políticos de corte igualitario, pues concedería a aquellos individuos con esta aptitud más desarrollada una suficiencia que les permitiría destacar, desequilibrando la balanza social. Es el caso que se expone en el argumento de esta película: en la fábrica en la que trabaja Jindrich existe un problema, que sería resuelto si el ingeniero pudiera aplicar su imaginación. Pero esto le convertiría en un héroe, en un superhombre (como el Superman que durante toda la función le persigue) inserto en una sociedad donde, teóricamente, todos los seres son iguales.

Sin embargo, los autores de esta comedia exponen que los deseos de los individuos son inherentes a ellos, y es imposible censurar aquello que se desea con tanta vehemencia. Lo expresa a la perfección el final de la doctora Ruzenka, deseosa de poseer para sí sola el hipermusculado cuerpo del superhéroe, convirtiéndose ambos en el sueño de un perro. Su marido se queda a este lado de la realidad, pero los autores se guardan un pequeño apunte, a medio camino entre el cinismo y el pesimismo: al vocalizar Jessi sus primeras palabras, estas le recuerdan al doctor Jindrich a su esposa. "Todos los sueños son dignos de convertirse en pesadillas", parece decir su última mirada a cámara. Y así fue para el pueblo checoslovaco a los pocos años: si les parecía estar viviendo en un sistema represivo, la llegada de los tanques soviéticos les hizo mirar su anterior estatus como un sueño perdido, anhelando los días en los que, a pesar de la censura, aún podían expresarse, aunque fuera a base de metáforas y alegorías.

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