Título inglés: Dead Mountaineer's Hotel
Nacionalidad: URSS
Productora: Tallinnfilm
Director: Grigori Kromanov
Guion: Arkadiy y Boris
Strugatskiy (novel: Inspector Glebsky's Puzzle [1970])
Dirección de fotografía: Jüri
Sillart
Música: Sven
Grünberg
Intérpretes: Uldis
Pucitis (inspector Peter Glebsky), Jüri Järvet (Alex Snewahr), Lembit Peterson (Simon
Simonet), Mikk Mikiver (Hinckus), Karlis Sebris (Mr. Moses), Irena Kriauzaite (Mrs.
Moses), Sulev Luik (Luarvik)
Duración: 80 m.
Duración: 80 m.
Mucho se ha comparado esta historia con el relato de Agatha Christie Diez negritos (Ten Little Niggers, 1939), sobre todo a raíz de una escena en la que los inquilinos de un hotel de montaña cenan en torno a una mesa, siendo todos ellos son sospechosos de un misterioso asesinato que, por lo que parece, no se ha producido. El encargado de resolver el entuerto es uno de los comensales, un policía que se ha desplazado hasta tan remoto hospedaje alertado por una llamada anónima que ha denunciado el trágico (e inexistente) suceso, encontrándose con un refugio alpino repleto de incógnitas, donde nadie parece ser quien dice.
Este relato policíaco irá derivando hacia el género que nos ocupa, la ciencia ficción, debido a la presencia de extraterrestres y androides entre los residentes del hotel, quienes temen por su vida al haber prestado (de manera ingenua e involuntaria) ayuda a unos gangsters que han decido matarles. Por lo tanto, se podría deducir que la llamda de auxilio la habrían realizado ellos como medida preventiva ante las amenazas de los delincuentes, prestando el policía las labores de protector y testigo de los sucesos. Así, de su mano, los espectadores asistimos a los vericuetos de una historia fantástica, repleta de quiebros argumentales, personajes desdoblados (atención a la gran cantidad de reflejos en multitud de superficies, que amplían esa dimensión caleidoscópica de los protagonistas), versiones del relato desde varios puntos de vista (que emparentan la historia con el Rashomon de Akira Kurosawa) e intervenciones de fuerzas terrenas y ultraterrenas, remarcadas estas últimas presencias a través de una banda sonora verdaderamente sorprendente: el joven músico Sven
Grünberg (que contaba con 22 años cuando se realizó este filme) compuso una partitura muy novedosa para su época, siendo Dead Mountaineer's Hotel la primera película de la Europa comunista donde se utilizaba el rock progresivo de sintetizador.
Sin embargo, su adscripción al género de la ciencia ficción resulta ser tan solo una excusa para plantear un relato moralizante: el inspector de policía tiene el poder de intervenir para salvar a los extraterrestres de un destino aciago, pero sus dudas y un fuerte sentimiento de respeto al reglamento propician un trágico final para los visitantes galácticos. Con su discurso final, dirigido directamente a cámara, trata de justificarse, escudándose en su estricto cumplimiento del deber y en su desprecio hacia unos seres que no eran humanos (a pesar de que habían logrado iniciar algún romance entre los inquilinos del hotel, un gesto que, sin duda, les humanizaba). Sin embargo, en sus palabras y en su nerviosa y agresiva actitud percibimos la contradicción propia de aquel que, excusándose en poderes superiores, ha permitido (por acción u omisión) la muerte de unos seres vivos que podrían haber ayudado a la humanidad en su conjunto. Han sido esos mismos poderes que él defiende los que han acabado con el ansiado contacto alienígena, destapándose un complot de dimensiones políticas. Es quizás esa ingenuidad la que el protagonista se niega a admitir: la de colaborar con un sistema asesino, que elimina cualquier presencia que discuta su omnímodo poder. Un apunte crítico que no siempre ha sido advertido por los espectadores que se han acercado a esta humilde producción de ciencia ficción soviética.
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