Título castellano: El poder de un dios
Título inglés: Hard to Be a God
Nacionalidad: República Federal Alemana / Francia / URSS / Suiza
Productora: Hallelujah Films
Director: Peter Fleischmann
Guion: Peter Fleischmann, Jean-Claude Carrière, Pierre Christin y hermanos Strugatski (novela Qué difícil es ser Dios).
Dirección de fotografía: Jerzy
Goscik, Pavel Lebeshev y Klaus Müller-Laue
Efectos especiales: Yuri
Lemeshev, Thomas Mauch y Theo Nischwitz
Música: Jürgen Fritz
Intérpretes: Edward Zentara (Rumata / Anton), Aleksandr Filippenko (Reba),
Hugues Quester (Suren), Anne
Gautier (Kyra), Christine Kaufmann (Okana), Andrei Boltnev (Budach), Pierre
Clémenti (rey), Werner Herzog (Mita / Richard)
Duración: 120 m.
Duración: 120 m.
A finales de los años ochenta se produjo una afluencia de capital occidental hacia los países de la Europa del Este, con el fin de desarrollar coproducciones que hicieran emerger talentos del bloque comunista, a la par que se organizaran rodajes más baratos aprovechando la menor renta per cápita de aquellos sistemas económicos. Fruto de esta colaboración nació el proyecto de adaptar Qué difícil es ser Dios, la opera prima de Arkadi y
Boris Strugatski, escrita en 1964. No era la primera vez que sus obras habían sido adaptadas a la gran pantalla, ya que contaban con una experiencia de una decena de películas, dirigidas por realizadores de tanto prestigio como Aleksandr
Sokurov, Grigori
Kromanov y, sobre todo, Andrei
Tarkovsky, quien basó su obra Stalker (1979) en la novela Picnic extraterrestre, escrita un par de años antes.
Haciendo suyo el pensamiento de Walter Benjamin "Los pilares de la civilización se asientan sobre los cimientos de la barbarie", su argumento se basa en las peripecias de una serie de científicos, llegados a un planeta remoto que parece anclado en una organización política y social de corte medieval: un mundo cruel, injusto y supersticioso, donde ellos toman un papel relevante por sus conocimientos culturales y científicos. Aunque su misión es la de observar, no pueden evitar pasar desapercibidos, y modifican el normal desarrollo que se esperaría en su evolución histórica. En una cultura tecnológicamente inferior, los seres venidos de una cultura superior son vistos inevitablemente como dioses al no comprender su alto desarrollo científico, y siempre permanece la tentación de usar el poder, lo cual traerá aciagos resultados aunque las intenciones sean las mejores.
El tema que desarrolla la novela (y, por ende, la película) es sumamente jugoso, pues no solo nos ofrece un retrato de nuestro pasado, sino que invita a reflexionar sobre la labor de cualquier antropólogo a la hora de enfrentarse una sociedad menos desarrollada tecnológicamente, presentándose diferentes conflictos devenidos del contacto: permanecer impasible ante conductas bárbaras, integrarse o intervenir, etc.
Cualquier opción tiene sus pros y sus contras, pero todas ellas tienen
funestas consecuencias sobre la cultura local, ya que no está preparada
para asimilar cambios tan radicales, adentrándose en una caída en barrena
hacia la crisis y la autodestrucción.
El problema de esta adaptación es común a la mayoría de las novelas que son llevadas al celuloide: se piensa que la mayor exactitud con respecto al texto original es garantía de buenos resultados y buena acogida. Una falsedad que se repite una y otra vez, un error redundante en la historia del cine, pues literalidad no es sinónimo de fidelidad. De hecho, en 2013 se estrenó una nueva versión de esta novela de los Strugatski muy superior a esta de 1989, que no solo preserva y respeta mucho mejor el espíritu del original literario, sino que, además, resulta ser una película más "soviética" que la de los años ochenta, aquella que tuviera en su producción la colaboración de los bolcheviques (o, al menos, de sus descendientes). Y es que Aleksey German, su director (quien, por cierto, no llegó a ver terminada su gran obra), plasmó a la perfección la estética y el sistema de producción del ya extinto sistema socialista, alargando un torturante rodaje durante más de una década para obtener un producto de aspecto impecable y repleto del misterio que faltaba en la anterior, donde lo explícito era la nota dominante.
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